lunes, 16 de julio de 2012

Grandezas y desequilibrios de algunos grandes compositores

GRANDEZAS Y DESEQUILIBRIOS DE ALGUNOS GRANDES COMPOSITORES










Por Julio C. Llamas

 

ABSTRACT
Muchos de los compositores de la música culta han tenido alguna clase de desequilibrio mental; a veces incluso enfermedades psíquicas de cierta importancia. Pero en muchas ocasiones esto ha contrastado con un trabajo creador plagado de mesura. Algunas veces se relacionaron con diferentes profesionales de la medicina, dándoles una visión más imparcial de las dolencias que padecían. En este artículo se pretende mostrar que algunos de los grandes genios de la música culta occidental padecieron en mayor o menor medida algunas enfermedades psíquicas. Nunca sabremos si estos males fueron decisivos o no a la hora de crear esas músicas extraordinarias, pero a buen seguro que en algo sí influyeron.
INTRODUCCIÓN

Diferentes artistas han dado ejemplos de tener una condición de carácter no del todo equilibrado. Probablemente por razones genéticas, por factores exógenos o por ambos aspectos combinados al mismo tiempo. Las adversidades significarían más un incentivo que propiamente un impedimento. Normalmente, el padecimiento no parece lo más adecuado para el progreso de las artes, como si éstas prosperasen mejor en contextos de armonía y sosiego. Pero habría que decir que en determinadas circunstancias sí estimulan la imaginación de las personas.
Algunos escritores, poetas y músicos son de sobra conocidos por sus desequilibrios, aunque hay otros que están ciertamente equilibrados y consiguieron altísimas cotas de calidad compositiva e interpretativa. Así, podríamos nombrar a Johann Sebastian Bach (1685-1750), que ha pasado a la historia de la música como un portentoso compositor que no padeció prácticamente desórdenes emocionales, considerando que quedó huérfano de padre a los diez años y que diversas circunstancias dificultaron su trayectoria. También podríamos citar a Félix Mendelssohn (1809-1847), que tuvo todo a su alcance, dentro de una familia adinerada e influyente, logrando una obra creadora digna de halago, sin padecer ninguna enfermedad psíquica.
Pero los que realmente nos interesan son aquellos creadores cuya vida está llena de trances, que lindaron la enajenación, y que de alguna forma se escaparon de la norma, plasmando sus aflicciones en el papel pautado.
En la historia de la música hay casos trágicos de personajes que rebasaron los límites de la cordura, intentando algunos el suicidio. Con alguna de las peculiaridades referidas podrían caber en este artículo muchísimos músicos, pero en una muestra representativa debemos ser selectivos. Así pues, para empezar vamos a hablar de Mozart y Beethoven.

DOS TEMPERAMENTOS FLUCTUANTES

Nadie pone en duda la genialidad de Mozart y Beethoven. Es sabido que Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), fue llevado por su padre a una gira de conciertos cuando sólo tenía seis años. Esto se repetiría a lo largo de numerosos años, afectando a su infancia. Por más que Wolfgang Amadeus fuese una persona alegre y extrovertida, que conectaba inmediatamente con las personas que conocía, le costaba mantener relaciones serias y duraderas en el tiempo. Su personalidad tuvo siempre un rasgo de infantilismo muy marcado. Se mudaba de vivienda varias veces en un mismo año, y era tan desordenado (y no sabía administrarse) que acabó sus días en una total miseria, cargado de deudas y, según la leyenda, arrojado a la fosa común tras una muerte adelantada, dato que hoy se tiene por falso.
Murió a los treinta y cinco años, seguramente por estar terriblemente cansado por una permanente tarea creativa, un continuo ajetreo y una aguda búsqueda, que lo habría de acercar a la francmasonería, en un ambiente de celos y rivalidades que lo condujeron al aislamiento, motivado quizás por una progresiva angustia existencial. Con todo y con eso, la verdadera causa de su muerte, harto discutida y nunca esclarecida, no se sabe con absoluta exactitud.
Algún biógrafo lo describió como un adulto en su niñez y un niño en la edad adulta, calificándolo también como el músico más extraordinario que jamás haya existido, pues la madurez de su música, inmensa y equilibrada, parece desmarcarse de su incompleto desarrollo emocional.
Por su parte, Ludwig van Beethoven (1770-1827) fue otro niño precoz, instruido musicalmente por su propio padre (un tenor que tuvo que abandonar su empleo víctima del alcoholismo e hijo a su vez de una alcohólica), que quiso hacer de él otro Mozart “atándolo” al clavicordio. Ese particular sometimiento le permitió dar su primer concierto a los siete años. Pero a partir de una sordera progresiva, iniciada a los veintiséis años, su vida se fue apagando paulatinamente a partir de 1802, al saber que su dolencia no era curable. En 1819, cuando ya la sordera era casi total, no podía comunicarse verbalmente con los demás ni escuchar la música que creaba. Además, se le achacaron múltiples padecimientos no muy bien documentados (tuberculosis, fiebre tifoidea, sífilis…), siendo el compositor que más bibliografía médica ha generado. La posible causa de su muerte fue la cirrosis, complicada con una pulmonía, aunque no fue un bebedor en sentido exacto.
Hoy se sabe que sufrió una sordera otosclerótica. Y es muy razonable que su carácter cambiara, que se sumiera en un estado de desesperanza, de aislamiento. La sordera hizo que se fuera separando de la vida pública a la vez que iba descendiendo su virtuosismo pianístico. No obstante, mentalmente mantuvo la lucidez.
Tal vez sus períodos de abatimiento se acercasen a un hundimiento psíquico real, nunca lo suficientemente enraizado, como para privarle de la creación musical, que continuó hasta el final de su existencia.

ROMÁNTICOS AFLIGIDOS
Franz Schubert (1797-1828), consiguió realizar estudios musicales gracias a una beca. Su perseverancia compositiva le llevó a realizar provisión de una excelsa obra en sólo veinte años. La entrega a la música y el mantenimiento de la amistad le aportaron una existencia en apariencia dichosa, estando presentes el vino y las mujeres (frecuentaba las casas de citas). No obstante, parece desprenderse de su obra y de diferentes escritos una cierta melancolía de carácter que lo incitaba a beber en las fuentes de algunos poetas románticos que le inspirarían buena parte de su vida.
En sus últimos años (influido por un profundo enamoramiento) confesó sentirse desgraciado. Sabía que su salud no mejoraría jamás y que, perdida la esperanza, desaparecía el entusiasmo por la vida y la belleza, al no esperar ya nada del amor y de la amistad. Aun así, no decayó su proceso creador hasta su precoz final, al parecer causado por una fiebre tifoidea. Falleció dos meses antes de cumplir los treinta y dos años.
Por su parte, Robert Schumann (1810-1856) es uno de los más prodigiosos poetas de la historia de la música. Dos hechos marcarían su existencia: la muerte de su padre cuando aún era adolescente, por un padecimiento nervioso, y la lesión tendinosa permanente del cuarto dedo de la mano derecha (por inmovilizarlo mediante un lazo durante sus ejercicios en el teclado) que lo obligó a dejar una carrera pianística muy prometedora. Desde entonces, se entregaría de pleno a la composición.
En la infancia reveló un comportamiento tremendamente sensible y, como romántico, se sintió fascinado por la idea del otro yo”. Se enamoró de Clara Wieck, la hija de su primer maestro, y se casó con ella en 1840, entrando en un período de felicidad marital rociado de leves crisis nerviosas que comenzaron a perturbar su vida. El gran Mendelssohn le brindó la plaza de profesor de piano y composición en el Conservatorio de Leipzig, cargo que aceptó, pero que dejó al cabo de un año para trasladarse a Dresde, en donde sufrió nuevos problemas nerviosos. Pero su sufrimiento no mermó su generosidad. Ayudó a músicos tan grandes como Chopin o Brahms. En el año 1854, en una noche de desazón, abandonó su casa y se tiró al Rhin, siendo rescatado aún con vida. Finalmente, fue internado en un manicomio en Endenich, cerca de Bonn. Allí encontró la muerte en el año 1856, después de que se turnaran algunos períodos de tranquilidad con otros de alucinaciones.
Su enfermedad ha sido estudiada durante el último siglo. Se cambió el diagnóstico inicial de parálisis progresiva por el de esquizofrenia. Se habló de psicosis maníaco-depresiva y de hipertonía esencial con degeneración precoz general. En cualquier caso, serán los estudiosos (psiquiatras, historiadores), pronto o tarde, quienes diluciden todo esto.


TEMPERAMENTOS OPUESTOS



Hector Berlioz (1803-1869) fue otro compositor con una sensibilidad muy agudizada. Abandonó la carrera de medicina para dedicarse a la música. Se enamoró de Harriet Smithson, una actriz irlandesa a quien su mente arrebatada confundía con las heroínas de Shakespeare que ella misma interpretaba. Pero a los ojos de Berlioz era sublime, hasta el punto de ser fuente de inspiración para la composición de su Sinfonía "Fantástica".
Berlioz realizó un programa en el que explicaba el argumento compositivo de la Sinfonía "Fantástica": un joven músico de sensibilidad enfermiza y con imaginación desbordante se envenena con opio por causa de la desesperación amorosa. La droga, insuficiente para provocarle la muerte, le sume en un profundo sueño acompañado de las más extrañas visiones. Así, se podría hablar de locura de amor e incluso de psicodelia.
Por su parte, Anton Bruckner (1824-1896) fue un hombre espiado por sus fantasmas a quien algunos estudiosos consideran como una especie de ser espiritual. En el año 1867, a los cuarenta y tres años, sufre una crisis nerviosa, acaso una honda depresión, recluyéndose durante tres meses en una clínica de salud mental, sin que se pueda asegurar la verdadera causa de su abatimiento. Con el tiempo se agrandan su miedo a la vida y sus obsesiones: los placeres de la buena mesa, el matrimonio (se cree que nunca tuvo relación íntima con una mujer, por lo que quizás el deseo irrealizado y obsesivo habría de causarle gran sufrimiento). Para superar todo esto, Bruckner buscó refugio en la música y en Dios. No era un luchador y veneraba a los demás, no fue receptivo a influencias extramusicales, no buscó la ambición, sino únicamente el amor al arte, y quiso vivir a la manera de un religioso. Murió de una pulmonía a los setenta y dos años.
AÑORANZA RUSA

Modest Mussorgsky (1839-1881) fue un creador instintivo, original y agudo, cuya existencia de pequeño funcionario y su poco éxito como músico alteraron su carácter. Un músico auténticamente innovador, creador de un nuevo lenguaje, lleno de audacias armónico-melódicas, que no fue comprendido y por ello se entregó a la bebida. Acabó siendo un alcohólico a temprana edad. Fue un individuo desequilibrado, aunque, para algún biógrafo, ciertos comportamientos que se le atribuyeron fueron debidos a la epilepsia que seguramente padecía. Murió pobre y solo en un hospital militar.
De Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) se suele decir que era un posromántico demasiado sentimental que se desahogaba a gusto con su música. Ésta acaba por convertirse en una narración de la propia lucha con el destino y, pese a todo, extraordinaria en sus mejores momentos.
Piotr Ilich era hipersensible y tremendamente nervioso, inseguro y temeroso de las tormentas, como parte de su miedo a la vida. Por otro lado, se le atribuye una inclinación homosexual que le torturaría, al no poder manifestarla en público. Sin embargo, en el año 1877 se casaría con Antonina Miliukova, una alumna del conservatorio de 28 años, que amenazaba con suicidarse si no accedía a sus deseos. Aquello no podía funcionar y la separación llegó enseguida, aunque nunca se divorció de ella y la cuidó hasta su final (se puede decir que fue más un amor por compasión que por verdadero amor).
Años más tarde, el propio Tchaikovsky fue quien intentó el suicidio, adentrándose en las heladas aguas del río Moscota para agarrar una buena pulmonía, pero afortunadamente se recuperó. Tras su muerte, a poco tiempo de estrenar su Sexta Sinfonía, "Patética", se dijo que bebió intencionadamente un vaso de agua del río Neva, sin hervir, durante una epidemia de cólera en San Petersburgo, con lo que, de ser cierto, habría consumado su intención. Tenía cincuenta y tres años. Curiosamente, treinta y nueve años antes, su madre (con quien se sentía muy unido) falleció a causa de esa enfermedad infecciosa.
En sus cambios de parecer, en su variabilidad, parece que alguien ha visto un trastorno bipolar. Lo cierto es que Tchaikovsky fue un hombre afligido y solitario, privado por el destino del disfrute de la mujer. Su vida tuvo mucho de patética, como su última y extraordinaria sinfonía.

POSTROMANTICISMO DESVIADO


Gustav Mahler (1860-1911), representa otro caso de inestabilidad. Estamos ante el hombre y el artista hipersensible, nervioso y atormentado, introvertido y ascético, atraído por las maravillas de la naturaleza (bosques, montañas, canto de los pájaros, nubes, animales…). Como judío que era, tenía conciencia de pertenecer a una raza errante y sin raíces, lo que quizás contribuyó a alterar de forma notoria su carácter. Era muy sensible a los ruidos, muy crítico con los compositores vanguardistas, intolerante con su entorno, difícil de tratar y lleno de rarezas. Y a pesar de su brusquedad, rigidez, intolerancia y vehemencia, despertó gran encanto entre el público de Viena, rendido a su papel de director; probablemente muy popular pero no amado. En su música hallamos la revelación de sus suplicios y ansias espirituales, la tragedia humana…, en suma, expresada por medio de inmensas sinfonías que, en palabras suyas, “debían abarcar el mundo”.
En el último año de su vida hizo una visita al creador del Psicoanálisis: acudió a Sigmund Freud por un terrible miedo a perder a su mujer, Alma, veinte años más joven (los celos de Mahler le hicieron quedarse casi sin amigos), y Freud le dijo, según confesó la propia esposa: “Usted busca en cada mujer a su madre, a pesar de que fue una mujer enferma y atormentada...”. Hay que reseñar que su padre, al parecer un hombre violento, había maltratado a su esposa siendo Gustav un niño, y eso habría quedado grabado en su inconsciente.
Tras su muerte, no debida a un abatimiento psíquico (aunque sintió profundamente la muerte de su hija María, por difteria), sino a una doble lesión valvular cardiaca congénita, Alma Mahler escribiría: “Gustav se me ha ido... Una vida agitada. Alegrías enormes. Hoy es la primera noche que voy a dormir sola en un nuevo domicilio... Acabo de hallar en la caja fuerte su despedida: son los esbozos de la Décima sinfonía. Estas palabras desde el más allá son como una visión”.
Sin duda, fue Mahler un hombre enmarañado, inseguro y desamparado, que no halló la paz deseada en la Tierra.
CONSIDERACIONES FINALES

En cualquier caso, vemos que no todos los músicos referidos sufrieron de grandes perturbaciones, y sin embargo todos rebasaron o cayeron por debajo del nivel de equilibrio en teoría deseable para alcanzar una existencia aceptablemente dichosa. Debemos tener siempre presente lo relativo de cualquier conclusión, derivada de los escritos que nos han llegado o de su legado artístico. Tampoco las particulares creencias, por extrañas o incomprensibles que nos sean, deben generar desprecio de quienes las aceptan. Y si hablamos de desequilibrio, lo hacemos en sentido de apartamiento de la norma aceptada/impuesta por/para la mayoría, y la mayoría no tiene por qué poseer la razón absoluta.
El psiquiatra suizo Gustav Jung (1875-1961) realizó unas cavilaciones sobre la psicología del artista, afirmando que cada hombre creativo es una dualidad o una síntesis de cualidades paradójicas. Como hombre, sano o enfermo, su psicología personal puede ser explicada, pero como artista únicamente puede comprenderse a través del hecho creativo. Cada ser humano es único, comprensible a los demás en alguna de sus facetas, valorado o no valorado dependiendo de puntos de vista y de intenciones de aproximación, difícil o imposible de abarcar completamente cuando se trata de personas que pretenden la exaltación en casi todo lo que realizan. Pero si de la mayoría de los mortales casi nada queda tras su paso por la vida, de los grandes compositores, permanecerá su música para satisfacción de los que sepan comprenderla o quieran aceptarla.


BIBLIOGRAFÍA

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  • KERNER, D.: Grandes músicos, sus vidas y sus enfermedades (Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Bruckner, Tchaikovsky, Mahler). Ed. Mayo. Barcelona, 2003. 
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  • TUSELL, J.: Mahler, el primer músico del siglo XX. Rev. Jano – Vol. 65, nº 1492. Pág. 88. Ed. Doyma. Barcelona, 2003.


Escrito por Julio C. Llamas
Desde España
Fecha de publicación: Octubre de 2011
Artículo que vió la luz en la revista nº 21 de Sinfonía Virtual.
ISSN 1886-9505

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